El calor que me abraza las rodillas, las frágiles miradas, y el tacto distante de una sonata. Solo eso siento, solo eso muestro. Aquellos gestos, aquellas luces, que atraviesan las sombras, las campanas goteantes, que dejan caminos de sangre vibrante. No hay muertos, no por la mañana. Solo un dejo de luz entre los ojos agrietados, las manos doradas, las rosas que crecen amarillas entre las plantas de los pies. -Sin esperarlo resuena sobre el silencio no tan amigo, un suspiro, en mi abrigo escondido- A la distancia, cuando los pasos dejan de resonar, el viento silencia a las luces, al lastímero maullar de la hojarasca en el suelo. Por lo bajo, siento solo una caricia, y las voces, que corriesen como un rio quebrantan las rocas, las hieren, o tal vez tan solo las matan. Entre tus tibias pestañas, se encuentran luciérnagas blancas, abrazos y hielo. Desdeñan el rostro, cantan luz de luna y tocan la viola. -De nuevo a mi llega el cantar de un alma cansada más triste,