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Mostrando entradas de junio, 2016
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Los labios se hunden siempre en el mismo lugar. Por arriba, donde se juntan tímidamente como un par de peces amodorrados. Por abajo, como los huecos de la luna, escondidos. Siempre en el mismo lugar, cuando están secos y necesitan que se les posen las mariposas y los reflejos del jarabe para la tos.

Hijos de nadie

Salimos de casa tan huecos, tan absurdos, hijos de nadie,  con las manos podridas y los ojos recién nacidos. Salimos de casa nos hacemos ríos nos pedimos flores. Aguantamos  con los dientes rotos la garganta enredada, las rodillas verdes, los cuerpos burdos. Salimos de casa, tan ausentes, tan locos, hijos de nadie, con la muerte detrás de la lengua; hijos de dioses, que repudian la eternidad. Y salimos de casa,  nos hacemos ríos, nos pedimos flores, y nos consumimos en flores y en ríos.
Con las ropas sueltas, sueltas el último adiós furtivo y te dejas la luna en la cara y las muñecas claras, tersas y en las muñecas marcas, marcas de la sed de tu dios mendigo.

Ropa de nadie

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I Si venimos, vas y si nos vamos nos morimos de terror. Mientras te vas bebemos, y nos beben, y nos quitan la ropa Se comen el aire vienen y nos morimos de terror. Y te vas y no me encuentro  y no puedo beber. No puedo, no puedo No puedo romper  mi vestido. No puedo bailar descalza. No puedo irme No puedo pasarme el cepillo. II Y si vienes, voy y si me voy no me encuentro, y si te vas nos morimos de terror.

El enfermo

Se llevaron al niño a las tres  de la mañana , dormido, metido en una fea carroza para que nadie supiera quién, de dónde o a dónde viajaba.  A las cuatro de la tarde uno de los perros del rey había metido la cabeza por el hueco de la conejera, alcanzando con los dientes al animalillo más blanco de todos. La paja en el suelo estaba brillante de rojo cuando el conejero se dio cuenta. Le dijo al rey en la audiencia de las cinco de la tarde. No recibió respuesta, ni un resoplido, ni la acostumbrada cabezada que daba por terminada la audiencia. A las diez de la mañana el niño despertó. Rezó como todos los días, comió como todos los días, salió a los jardines como todos los días. No había sudores ni rastro de su frecuente dolor. A las siete de la mañana el rey visitó a su hijo, que balbuceaba aún en sueños, enredado entre las sábanas. Lo miró con cuidado y se dijo que esa criatura de mejillas hundidas sería quien al final del camino tomaría su lugar en el trono, comería de su lado de la mesa

Cuerda

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Impío en lo profundo, de tu creación y tus brotes redondas, me dejo las uñas y, como sueño al mundo me provoco arcadas me curo, me dejo, broto. A lado de un vivo, sobre las muelas, bajo los riñones,  florecen los críos que mueren  de frío y se pierden, y te pierdo, y yo como sueño al mundo me provoco arcadas. Fluyo, fluyo desde mi creación, desde la tierra, y me dejo la boca con la boca del universo. Y como un cuerdo te enredo te respiro, desde la luz de tu rebrote fiambre. Y yo  insano, frágil, sueño al mundo: aberración y como sueño al mundo me provoco arcadas.