Los dedos de Elba le despertaron, recorriéndole la cara tímidamente: ojos, sienes, mejillas y boca. Como besos. —Ángel, luces como un muerto —Susurró dolida. El ángel abrió los ojos, encontró los de Elba, se encontró en ellos pálido y tembloroso. "Los muertos no tiemblan" quiso decirle, "no estoy muerto". Pero estaba descompuesto y no le quedaba suficiente voz. Quería sonreírle, confortarla. Quería, pero él era sólo un ángel. Elba encontró en los ojos del ángel lágrimas y monstruos, como los de un vivo. Quería salvarlo, y también, secretamente, quería ponerle un beso en la piel. En vez de eso, pensando que era lo único que podía hacer y olvidándose por varios eternos segundos de que él era un ángel, se inclinó sobre su cuerpo frágil y arrodillado, para rodearle la espalda con los brazos. Sintió el calor de su aliento en el cabello, el peso de su barbilla contra su hombro, el tacto suave de su piel desnuda... Las alas. —Ángel, tus alas... Las alas, viejas, ennegrecid