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Mostrando entradas de agosto, 2016

Hiperposibles

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Termínome en tus manos de humo, completa principio mío, interrible, colecciono te hasta la sintomatía del amor complejo.  Créome inexplicable, inexistente, de ti terminante principio, desgarrándote hiperbesándote, e indivisibles, nos sintetizamos. Hacemos nos, entrañas, sinfinal mío, antitangible. Nos habemos tan imposibles, tan híperposibles. Somos hasta la corrupción  completamente nuestros.

Esta noche

Te regalo mi hombro esta noche, y todas las que me quedan, para que llores, duermas, y sanes todas tus heridas. Te regalo mi hombro, para que tal vez, en una mañana fría, despiertes con ganas de besarlo.

Nos somos

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Respirábamos azules todos, y yo pensándote, en cada parte,  de la boca al ombligo, del ombligo al alma, del alma al tacto, del tacto al verso, como me eres. Y yo del silencio vulgar, azul toda, fingiendo que no te pensaba, que estoy del verso a la nada,  cuando de la nada al verso,  del verso a tu boca y de tu boca al sol te soy.

Nada

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Hubo una vez en la que me descuidé las clavículas y éstas desaparecieron. Me crecieron ramitas en su lugar, y de las ramitas salían flores, y de las flores, que parecían las más bonitas del mundo, naciéronme frutas atroces. Olían a nada, sabían a nada, se sentían como nada, pero mordían. Me sacaron sangre muchas veces, de la cara y las manos, y no sabía como quitármelas de encima. Me dolía siempre: toda esa nada comiéndome la piel hasta dejarme desnuda, en los huesos, y luego hueca. Luego hecha de nada. Hubo una vez en la que me descuidé las clavículas y me convertí en nada, y no quiero siquiera imaginar lo que hubiera podido ocurrirme de haber descuidado los huesos de las caderas.

Un ángel descompuesto

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Los dedos de Elba le despertaron, recorriéndole la cara tímidamente: ojos, sienes, mejillas y boca. Como besos. —Ángel, luces como un muerto —Susurró dolida. El ángel abrió los ojos, encontró los de Elba, se encontró en ellos pálido y tembloroso. "Los muertos no tiemblan" quiso decirle, "no estoy muerto". Pero estaba descompuesto y no le quedaba suficiente voz. Quería sonreírle, confortarla. Quería, pero él era sólo un ángel. Elba encontró en los ojos del ángel lágrimas y monstruos, como los de un vivo. Quería salvarlo, y también, secretamente, quería ponerle un beso en la piel. En vez de eso, pensando que era lo único que podía hacer y olvidándose por varios eternos segundos de que él era un ángel, se inclinó sobre su cuerpo frágil y arrodillado, para rodearle la espalda con los brazos. Sintió el calor de su aliento en el cabello, el peso de su barbilla contra su hombro, el tacto suave de su piel desnuda... Las alas. —Ángel, tus alas... Las alas, viejas, ennegrecid
Te erizas me encuentro y donde tu lengua brilla sabemos que no. No nos hemos quedado.

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Me sabe la boca a barro, regreso a casa temblando, otra sangre que me quema las rodillas otros besos se retuercen debajo del colchón.

Alimañas

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Éramos un par de perfectos ataúdes de madera reluciente, cubiertos de flores y de huellas dactilares. Éramos un par de perfectos ataúdes acojinados, incómodos, llenos de carne sacada del congelador. Éramos un par de perfectos ataúdes de espectros, sin alma, con los huecos rellenos de oro. Éramos un par de perfectos ataúdes hasta que me llené de arañas, gusanos, paja, y me arrojaron al pantano por las asas plateadas. Éramos un par de perfectos ataúdes, y dejamos de ser cuando me oxidé, me cubrí de bichos, de moho,  de pájaros carnívoros, de peces. Éramos un par de perfectos ataúdes, pero me hice añicos en el agua, me hice entera, caótica, viviente, me hice balsa de alimañas.