Poesía triste
El calor que me abraza
las rodillas,
las frágiles miradas,
y el tacto distante de una sonata.
Solo eso siento, solo eso muestro.
Aquellos gestos, aquellas luces,
que atraviesan las sombras,
las campanas goteantes,
que dejan caminos de sangre vibrante.
No hay muertos, no por la mañana.
las frágiles miradas,
y el tacto distante de una sonata.
Solo eso siento, solo eso muestro.
Aquellos gestos, aquellas luces,
que atraviesan las sombras,
las campanas goteantes,
que dejan caminos de sangre vibrante.
No hay muertos, no por la mañana.
Solo un dejo de luz
entre los ojos
agrietados,
las manos doradas,
las rosas que crecen
amarillas
entre las plantas de los
pies.
-Sin esperarlo resuena
sobre el silencio no tan
amigo,
un suspiro, en mi abrigo
escondido-
A la distancia,
cuando los pasos dejan
de resonar,
el viento silencia a las
luces,
al lastímero maullar
de la hojarasca en el
suelo.
Por lo bajo,
siento solo una caricia,
y las voces, que
corriesen como un rio
quebrantan las rocas,
las hieren,
o tal vez tan solo las
matan.
Entre tus tibias
pestañas,
se encuentran luciérnagas
blancas,
abrazos y hielo.
Desdeñan el rostro,
cantan luz de luna y
tocan la viola.
-De nuevo a mi llega
el cantar de un alma
cansada
más triste, más frio-
Y solo me alejo,
con llantos sonoros.
Preocupada en el calor
que me abrazaba las
rodillas,
aquellas frágiles
miradas,
y el tacto distante de
una sonata.