Sin dedicatoria

No escribiré, no a tus ojos,
no a esas lunas ocultas
que jamás firmemente
he saboreado.

No a tus manos,
no por blancas, porque
nunca han incendiado
un parpadeo.

No a tu boca, no a ese
camino helado
que quebrara mis llantos,
con su roja noche.

No a tu maldito cuerpo,
porque es de humo,
y cega,
y tortura.

No a nada y a todo,
no a las pestañas
brillantes, humeantes,
de un desconocido.