Nada

Hubo una vez en la que me descuidé las clavículas y éstas desaparecieron.
Me crecieron ramitas en su lugar, y de las ramitas salían flores, y de las flores, que parecían las más bonitas del mundo, naciéronme frutas atroces.
Olían a nada, sabían a nada, se sentían como nada, pero mordían. Me sacaron sangre muchas veces, de la cara y las manos, y no sabía como quitármelas de encima.
Me dolía siempre: toda esa nada comiéndome la piel hasta dejarme desnuda, en los huesos, y luego hueca. Luego hecha de nada.

Hubo una vez en la que me descuidé las clavículas y me convertí en nada, y no quiero siquiera imaginar lo que hubiera podido ocurrirme de haber descuidado los huesos de las caderas.