Hijos de nadie

Salimos de casa
tan huecos, tan absurdos,
hijos de nadie, 
con las manos podridas
y los ojos recién nacidos.

Salimos de casa
nos hacemos ríos
nos pedimos flores.

Aguantamos 
con los dientes rotos
la garganta enredada,
las rodillas verdes,
los cuerpos burdos.

Salimos de casa,
tan ausentes, tan locos,
hijos de nadie,
con la muerte detrás de la lengua;
hijos de dioses,
que repudian la eternidad.

Y salimos de casa, 
nos hacemos ríos,
nos pedimos flores,
y nos consumimos
en flores y en ríos.