El enfermo

Se llevaron al niño a las tres de la mañana, dormido, metido en una fea carroza para que nadie supiera quién, de dónde o a dónde viajaba. 

A las cuatro de la tarde uno de los perros del rey había metido la cabeza por el hueco de la conejera, alcanzando con los dientes al animalillo más blanco de todos. La paja en el suelo estaba brillante de rojo cuando el conejero se dio cuenta. Le dijo al rey en la audiencia de las cinco de la tarde. No recibió respuesta, ni un resoplido, ni la acostumbrada cabezada que daba por terminada la audiencia.

A las diez de la mañana el niño despertó. Rezó como todos los días, comió como todos los días, salió a los jardines como todos los días. No había sudores ni rastro de su frecuente dolor.

A las siete de la mañana el rey visitó a su hijo, que balbuceaba aún en sueños, enredado entre las sábanas. Lo miró con cuidado y se dijo que esa criatura de mejillas hundidas sería quien al final del camino tomaría su lugar en el trono, comería de su lado de la mesa y escucharía las mismas solicitudes de unos súbditos extraños y nuevos. 

"No, no, no te lo comas. Déjalo, aléjate de mi conejo. No. No... deja deja DEJALO" El niño empezó a llorar en sueños, el padre le puso la mano en la frente, sin saber que hacer. 

Las fiebres estaban empeorando.

A las once de la noche el médico revisaba al niño, con aparatitos extraños y la mano desnuda puestos en su carita. Sudaba, se retorcía, estaba enfermando de nuevo.

"Por favor, por favor favor favor... no mates a mi papá, no lo mates, no lo NO LO MATES".

A las tres de la mañana se llevaron al niño, dormido, metido en una fea carroza para que nadie supiera quién, de dónde o a dónde viajaba. A las cuatro, en una casita muy muy lejos del castillo, una bruja de boca arrugada vaciaba tres gotas de agua turbia en la boca del niño dormido.

Regresaron al castillo a las cinco de la mañana, pero ni a las seis, ni a las diez ni a las doce o la una de la tarde el niño volvería a despertar. No para rezar, o para comer, o salir al jardín y hacer que estaba curado, como todos los días.